miércoles, agosto 20, 2008

Sobre la necesidad de un amor desesperado (IX)

Es esta la parte final del ensayo, sujetarse las entrañas y confrontar el destino, toma valor vérselas con la decepción, pero es el único modo de callar las voces internas que claman por la disipación de la incertidumbre. Luego invariablemente -tarde o temprano- vendrá la paz.

IX Vive con ella o deja que te mate

La consigna es quebrar el silencio sin que las palabras torpemente se tornen un chantaje, cuidar ese detalle al tiempo que es preciso saber que si no podemos ser amados no hay nadie a quién culpar; si llegase a hacer falta, para el amante en desgracia o quien profiere un tibio amor, una evidencia de la autenticidad de las palabras que denuncian el temor en torno al cual se discurre bastará llevar la mano dubitante al pecho de quien teme: Su corazón latirá desbocado ante el temor de un desastre latente.

Del otro lado, tampoco es noble callar, si se está al tanto de semejante posibilidad, si vemos a quien queremos tanto en los zapatos de Edipo, lo noble es no dejarle caminar más, de nueva cuenta pareciera no ser algo noble, pero se puede hacer noblemente.

Se presenta así la disyunción final: Para cualquiera de las partes, no es secreto que quien fuera cómplice de la tragedia merecería morir de angustia, de tristeza, de locura o de vergüenza, pues tales son las consecuencias, desproporcionadas y de apariencia injusto para aquellos sobre quienes se cierne.

Cierto es que dije que los personajes y las tragedias están en el drama, y no en la vida, pero las emociones trágicas no viven en otro lugar que no sea el corazón de las personas.

De modo que si no logras ser el caballero andante, si no te perforas la cabeza, o si no tienes la fortuna de preguntar y encontrarte con una respuesta favorable, enfréntate a la decepción, y una vez ahí, vive con ella o deja que te mate.



I saw the storm was getting closer

and the waves they seem so high

but everything we´ve ever known is here

I never wanted it to die

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